¿Cómo meter un edificio a un museo? Un cuadro, una escultura o un video son objetos hechos para ser exhibidos en las salas de un espacio expositivo pero, casi por definición, un edificio va en la calle, en la ciudad. Entonces ¿cómo se han realizado las exposiciones de arquitectura durante siglos? Esta pregunta —y muchas otras relacionadas con la difusión de la cultura arquitectónica— se planteó en el seminario “Arquitectura en el museo” y la serie de conferencias vinculadas “Why architecture belongs in the Museum?”, realizados por el Laboratorio Editorial de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, el Magíster en Arquitectura (MARQ) de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la
nbsp;Pontificia Universidad Católica de Chile y el Departamento de Historia del Arte y la Arquitectura de la Universidad de Harvard, como parte del programa Curating Architecture Across the Americas del David Rockefeller Center for Latin American Studies.
Estudiantes y docentes de cada escuela revisaron más de 200 años de exposiciones de arquitectura en sus países y escogieron aquellas que, desde su perspectiva, arrojaban luz sobre momentos particularmente importantes de la historia y que habían sido poco o nada estudiadas. Muchas de estas exposiciones se realizaron en espacios institucionales de la mayor relevancia (como el MoMA de Nueva York, el Palacio de Bellas Artes de México o el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile), pero otras se llevaron a cabo en espacios que rayaban en lo marginal (como el descanso de la escalera de un hotel, el sótano de un museo o la calle), lo cual no significaba que las segundas fueran menos importantes que las primeras: no pocas veces una exposición con poco presupuesto montada en una galería marginal puede ser más trascendente que una que contó con un presupuesto descomunal y fue realizada en el museo más importante de un país.
SE REPITE CON MAYOR
AL REVISAR LAS EXPOSICIONES DE ARQUITECTURA ESTADOUNIDENSES
Y LA SUPUESTA INFLUENCIA APLASTANTE QUE TUVIERON
EN AMÉRICA LATINA, SE HIZO EVIDENTE QUE MÉXICO Y CHILE
NO FUERON SOLAMENTE ACTORES PASIVOS Y DÓCILES FRENTE A LOS
MANDATOS DEL IMPERIO
Además, las exposiciones estudiadas muestran los límites con los que la museografía, la curaduría y los espacios del museo se enfrentan al momento de exhibir arquitectura. ¿Cualquier clase de público en Chile, México o Estados Unidos puede interpretar un plano, un detalle constructivo o el axonométrico inferior de un edificio? Difícilmente porque, a diferencia de las obras tradicionales de las artes “plásticas” (un retrato, una fotografía, un grabado o una instalación), que se conciben para ser colocadas en las paredes, techos o suelos de una sala, la mayoría de las representaciones arquitectónicas no se imaginan para ser exhibidas. Pero, a pesar de ello, de su innegable dificultad para ser comprendida por las masas, la arquitectura no deja de ser expuesta en toda clase de museos y galerías.
Este intercambio académico resultó de vital importancia para los tres países ya que la mirada de los otros es fundamental para hacer visible todo aquello que —por decirlo freudianamente— se encuentra oculto en una especie de subconsciente cultural colectivo (nacional). Dicho de otra manera, en las exposiciones de arquitectura mexicana, por ejemplo, los chilenos y estadounidenses vieron características de nuestra disciplina —sus edificios, los discursos que los intentan explicar, las exposiciones que los materializan— que en México consideramos comunes a todos los países pero que no necesariamente lo son. En nuestro país encontramos una obsesión permanente con un glorioso pasado milenario basado en una historia lineal sin fisuras. Chile y Estados Unidos no basan su identidad nacional en una competencia permanente de su historia con las culturas antiguas, como la griega o la egipcia, México sí. Pero esta obsesión histórica no solo tiene características negativas ya que, en algunos casos, la arquitectura mexicana se ha caracterizado por hacerse parte del lugar en el que se sitúa; podría decirse que surge sin contradicciones violentas del entorno geográfico, histórico y natural.
Por otro lado, al revisar las exposiciones de arquitectura estadounidenses y la supuesta influencia aplastante que tuvieron en América Latina, se hizo evidente que México y Chile no fueron solamente actores pasivos y dóciles frente a los mandatos del imperio. Más que influencias, encontramos conversaciones llenas de tensiones y resistencias entre los países del sur y el gigante del norte que, sin duda, intentaba imponer sus políticas culturales a todo el continente. Al revisar estas conversaciones arquitectónico-expositivas se superó el fácil y simplista prejuicio histórico que divide a América en dos grupos —víctimas y victimarios— y entramos al complejo territorio de los tránsitos culturales (violentos, pacíficos, lentos, intempestivos) entre países, algo mucho más difícil de lograr de forma aislada que en una conversación abierta y receptiva entre países.
*Docente y editor en el Laboratorio Editorial de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.