Entrevista   
30 de junio de 2022

Crisis en Europa del Este: impresiones desde Stavropol, Rusia. Entrevista con Ana L. Burgos

Por: Federico Fernández Christlieb y Alejandro Velázquez Montes
Cuando estalló el conflicto entre Rusia y Ucrania el 24 de febrero de 2022, algunos estudiantes y miembros del personal académico de la UNAM se encontraban realizando estancias de diversos tipos en instituciones de educación superior e investigación de la Federación Rusa. Las Sedes de la UNAM en Alemania y Francia, junto con la Dirección General de Cooperación e Internacionalización (DGECI), se ocuparon de contactarles para ratificar nuestro respaldo institucional en todo momento y para saber si tomaban individualmente la decisión de quedarse en Rusia o de ser repatriados. Muy pocos alumnos decidieron volver a México y, hasta la fecha, la UNAM acompaña a quienes decidieron quedarse. Vivir una experiencia académica en Rusia en estos momentos no es fácil debido a los inconvenientes operativos que se han tenido; por ejemplo, las enormes complicaciones para recibir sus becas o apoyos desde México. Pero la dificultad más significativa estriba en el hecho de que la información que reciben las y los universitarios que están actualmente en Rusia es muy contradictoria. Nuestros colegas universitarios están expuestos, por un lado, a las fuentes de Europa occidental y Norteamérica, que son las que más impactan sobre las redes sociales mexicanas, y por otro lado, las informaciones locales que circulan en las redes de Rusia. En ambos campos hay certezas e incertidumbres. En este contexto se realizó la entrevista a la Dra. Ana L. Burgos.


Federico Fernández Christlieb y Alejandro Velázquez Montes: ¿Cómo percibes el ambiente en la institución que te acoge desde la intervención militar en Ucrania? ¿La rutina académica sigue o está interrumpida? ¿Se habla del tema en instancias formales (seminarios, cursos, conferencias) y no formales (pasillos, cafeterías, aulas fuera de programa)? ¿Has podido conversar con colegas sobre el tema? Y, si es el caso, ¿qué se dice y qué perspectivas se tienen?
Ana L. Burgos:
Las actividades académicas se desarrollan normalmente, no se han interrumpido en absoluto. Hay mucho movimiento estudiantil y no he percibido ningún cambio respecto a las semanas previas al inicio de la operación militar de Rusia en Ucrania. Por ejemplo, la universidad tiene varios comedores y allí he observado el mismo ambiente juvenil y activo. Hay muchas actividades estudiantiles, como suele haberlas a mediados de semestre. Los pasillos están llenos de estudiantes, no solo en la facultad donde estoy, sino en toda la universidad. Tampoco se han interrumpido las actividades presenciales por la COVID-19.

En la semana del 2 al 6 de marzo en Rusia se celebra la Máslenitsa, una fiesta del cristianismo ortodoxo equivalente a la Semana Santa católica. Esta celebración se caracteriza por compartir alimentos basados en los panqueques rusos (blinis) y muchos rituales religiosos y paganos. En la universidad se realizó la recepción a los estudiantes internacionales que ingresaron recientemente, provenientes de India, Kazajastán, Siria, África, además de Egipto y otros países árabes, con una comida de panqueques en todas las formas y combinaciones. Fue una hermosa muestra de la gastronomía rusa. Los estudiantes rusos prepararon los alimentos y organizaron la celebración. Me sorprende que aquí los estudiantes son muy activos para organizar este tipo de actividades de intercambio cultural y de amistad, y las autoridades universitarias (el rector y los decanos de las facultades) les facilitan todo para que las hagan. Ha sido realmente emocionante ver tantas caras y fisonomías distintas, con sus atuendos y características tan diferentes a lo que vemos en nuestros países. Los profesores comentan que a los estudiantes les gusta mucho conocer otras culturas. También que la población en general es muy tolerante étnicamente hablando, en especial aquí en el Cáucaso Norte, donde hay seis “sujetos territoriales” (repúblicas) y más de sesenta nacionalidades. Los rusos entienden este asunto de las nacionalidades y la tolerancia de otra manera; lo tienen mucho más claro que en América Latina. También puedo intuir mejor cómo viven el rebrote del fascismo en Ucrania, plasmado en la mayor discriminación posible: prohibir la lengua, la religión, la cultura y la identidad; matar para eliminar pueblos enteros. En particular, la identidad rusa.

También he podido platicar estos días con académicos de mi entorno más cercano con quienes puedo comunicarme en inglés, dado que mi nivel de ruso no es suficiente para abordar estos temas. El sentimiento generalizado es de pesar por una situación bélica con Ucrania, dado que muchos comparten lazos familiares, de amistad y culturales. Me han comentado que prácticamente todas las familias, especialmente aquí en el Cáucaso Norte (muy cerca de las ciudades de Rostov del Don y de Crimea en el Mar Negro), tienen familiares o amigos cercanos que son ucranianos.

También me han manifestado mucha tristeza por las actitudes agresivas hacia el pueblo ruso por medio de las redes sociales; la llamada “rusofobia”. Muchos han comentado que ya no abren Facebook o Instagram debido a la cantidad de insultos que reciben, incluso de personas en países europeos con quienes están en contacto desde hace tiempo. Este aspecto del “acoso mediático” parece estar pesando mucho en la idiosincrasia rusa; les duele mucho esa discriminación y suelen decir “no es mi culpa, por qué me tratan así”. También lamentan mucho las sanciones en los espacios deportivos, culturales y educativos. Las actividades académicas internacionales con socios europeos sí se han visto afectadas significativamente. Según fuentes directas, sé que se han cancelado proyectos conjuntos y conferencias coorganizadas con académicos rusos, y se han dejado de publicar artículos ya aceptados (en prensa), como fue el caso de una revista de Polonia.

Sin embargo, no he escuchado opiniones en contra de las decisiones tomadas por el gobierno ruso. Por el contrario, hay una clara conciencia de los antecedentes porque también tienen mucho conocimiento directo de la situación de las repúblicas de Donetsk y Lugansk en los últimos ocho años. También tienen mucha claridad sobre los peligros del renacimiento del fascismo y sobre la importancia de actuar a tiempo.


FFC y AVM: ¿Ha habido impactos directos sobre la vida diaria en Stavropol (financieros, bancarios, de transporte, de abasto? ¿Has tenido oportunidad de conversar sobre el tema con gente fuera de la universidad?
ALB:
Stavropol está a cuatrocientos kilómetros al sureste de Rostov del Don, ciudad clave pues está recibiendo a los refugiados de Donetsk y Lugansk, que son mujeres y niños porque los hombres se quedan en la lucha contra el ejército ucraniano. Los noticieros locales muestran las acciones para recibir a los refugiados y cada día se movilizan cientos de toneladas de ayuda humanitaria. Son cientos de miles de refugiados. Los niños son rápidamente integrados en escuelas para que tengan rutinas y convivan con niños rusos. Muchas noticias locales se dedican a informar de estas acciones.

Sin embargo, aquí en Stavropol, el movimiento de la ciudad es normal, es decir, igual al de las semanas previas (yo vivo aquí desde el 8 de enero de 2022). Los negocios no muestran desabasto ni se observan movimientos raros en los bancos. Hasta el momento no ha habido incremento de precios en los productos que yo consumo cotidianamente, ni en los pasajes de tren, los cuales monitoreo desde mi llegada por mi interés en recorrer la ruta del Tren Transiberiano en julio. Los locales de empresas extranjeras como McDonald’s, KFC, Burger King o Subway (hay bastantes) aquí en Stavropol siguen funcionando. Ante mi extrañeza me han explicado que son franquicias y que la decisión depende del franquiciatario.

Mi tarjeta de crédito (Visa emitida por el banco BBVA México), de la cual dependía para mis gastos diarios, fue bloqueada, de modo que ahora me mantengo con un fondo de reserva para emergencias que tenía en efectivo. La empresa Grammarly, con la que tenía contratado un servicio para corrección de textos en inglés, canceló su operación en Rusia y Bielorrusia, y no he tenido acceso ni siquiera para reclamar la devolución del pago. Sin embargo, he encontrado alternativas como la empresa ProWritingAid, cuyo servicio es normal en Rusia, y además tiene muchas más funciones interesantes. Después del sentimiento de enojo, la búsqueda de alternativas me llevó a un agradable descubrimiento forzado. Es un pequeñísimo ejemplo de que las sanciones económicas y políticas en los países que se oponen a los caprichos del poder pueden ser oportunidades para buscar alternativas y pueden ser vistas como oportunidades para innovar, ¿por qué no? También entendí que como consumidores debemos ser conscientes de las conductas abusivas de las empresas y las grandes corporaciones. Es una de las lecciones aprendidas que me deja esta situación en la que Rusia ha desafiado el orden mundial y demuestra en qué medida el planeta está secuestrado por unos pocos.

Por otra parte, sí he hablado con gente fuera de la universidad, en particular hombres y mujeres mayores de sesenta años. Ese segmento de la población está completamente consciente de la importancia de la decisión tomada para enfrentar el fascismo y las amenazas a Rusia. Mi sensación es que no tienen ningún miedo a nada. No he percibido preocupaciones por los aspectos económicos. He escuchado comentarios, por ejemplo, sobre la desconexión del sistema bancario internacional SWIFT, que consideran una tontería y que no les afecta demasiado ya que tienen alternativas. Piensan que Rusia es fuerte y puede soportar esas alternativas, y no tienen miedo de Occidente en ese sentido. Son conscientes de las oportunidades que se abren con China. En marzo el rublo se devaluó fuertemente frente al euro, llegando a una relación de ciento cuarenta a uno. Sin embargo, el Banco Central Ruso ha tomado medidas para evitar la devaluación y reducir el castigo al poder adquisitivo de la población. A un mes de iniciada la operación militar especial el rublo se ha fortalecido y, para inicios de abril, la relación era de ochenta y seis a uno, la misma observada al momento de mi llegada a Rusia a finales de diciembre. Como ejemplo, comparto un mensaje de mi amigo Yuri, un señor de setenta y cinco años que conocí en un parque y con el que nos escribimos por Telegram:


¡Ana, no se trata de una intervención! Es una operación militar para forzar la paz. Por mi parte agrego, por obligación con la verdad y el sentido común. No debemos olvidar que el objetivo de esta operación especial es eliminar a los fascistas de nuevo cuño y a los nacionalistas militantes que han tomado el poder en el país hermano. Tenemos que luchar contra el fascismo por segunda vez: la primera derrotamos a los fascistas alemanes (nazis). En Rusia sabemos muy bien qué es el fascismo, y nunca olvidaremos este mal.


FFC y AVM: Como investigadora en geografía, ¿hay algún tema sobre el que quieras expresarte, relacionado con la crisis entre Ucrania y Rusia y, desde luego, con actores como la OTAN, Europa occidental, la ONU, y la opinión pública mundial?
ALB:
Cuanto más conozco los antecedentes y la situación geográfica e histórica de esta parte del mundo, mejor entiendo la decisión del gobierno de la Federación Rusa de realizar la operación militar especial en Ucrania. Fue realmente un acto de defensa. Hay mucha información a disposición, incluso en YouTube, desde hace varios años, que muestra las provocaciones insultantes de Occidente en violación a cualquier acuerdo o al derecho internacional. Muchos analistas rusos dicen incluso, que la decisión debió ser tomada antes.

Aquí me tocó observar el proceso en la Duma Estatal Rusa (la cámara de diputados), el Consejo de la Federación (senadores) y el Consejo de Seguridad antes del anuncio de la decisión por el presidente Vladímir Putin. Esas sesiones y las opiniones de diferentes sectores políticos fueron transmitidas en vivo y hubo consenso en la decisión. Incluso la Duma Estatal solicitó al presidente Putin inicialmente el reconocimiento de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, a lo cual Putin contestó que no era posible. Sin embargo, los acontecimientos finalmente precipitaron esa decisión. En mi opinión, parece estúpida la idea occidental de que Putin es un dictador autócrata que lo decide todo a solas. La solidez del gabinete y la capacidad de inteligencia del ejército ruso me parecen deslumbrantes. La decisión fue tomada por todos los órganos de gobierno como corresponde a una verdadera democracia.

Creo que hay que tener claro que las acciones de la Federación de Rusia en Ucrania no son “el inicio” de las hostilidades (base del argumento occidental), sino más bien “el desenlace” después de muchos años (diez o quince) de abuso de las potencias occidentales sobre los intereses de Rusia, los países de Europa del Este y los de Medio Oriente. La situación era realmente insostenible y, durante meses o años, las gestiones diplomáticas de Rusia ante la Unión Europea y la OTAN no fueron atendidas. Tanto la expansión de la OTAN como la crisis humanitaria del Donbáss, (que sumaba catorce mil muertos antes del inicio de esta nueva crisis), debida al gobierno fascista de Ucrania, son las “causas de fondo”, sin considerar los intereses económicos subyacentes a todo esto.

He sentido mucha impotencia estos días, al punto de sentirme enferma y no poder siquiera conciliar el sueño. En Latinoamérica no somos conscientes de la magnitud del modelo hegemónico en el cual vivimos ni de la “gran estafa” que hay detrás de las democracias occidentales. Apenas podemos ver la punta del iceberg que es todo esto, pero nada más. Sabemos de la continua intervención de Estados Unidos en los gobiernos y decisiones políticas de nuestros países. Sabemos del despojo, sabemos de la discriminación a nuestros pueblos… Como académicos sabemos del desprecio que la ciencia occidental muestra por nuestros esfuerzos y, sin embargo, hemos sido tibios, serviles y conformistas. Nos han vendido una sociedad occidental que simula ser democrática y tolerante, que teóricamente había aprendido la lección del fascismo y que no lo promovería nunca más. Pero, por el contrario, se trata de una sociedad descompuesta y enferma de egoísmo y avaricia que en el fondo se alimenta de los peores valores de la humanidad. Estos días me he sentido ingenua y tonta por haber confiado en los discursos sobre “la participación y la gobernanza”, sobre “el desarrollo sostenible y las acciones comunes frente al cambio climático”, sin ver el monstruo que había detrás de ellos. Nada de eso tiene bases sólidas, es solo una retórica vacía. Incluso el papel de las Naciones Unidas ha sido deplorable y difícilmente está en condiciones de liderar esfuerzos para enfrentar los retos de la sostenibilidad planetaria.

Esta crisis no es solo una guerra regional más. El carácter global de la situación se le debe a Occidente, con las sanciones económicas sin precedentes, el alineamiento de los gobiernos con las empresas, el desconocimiento de la diplomacia y el derecho internacional, y la manipulación insólita de la sociedad europea. Todo ello revela de manera grosera y burda cómo son las cosas en Occidente, bloque al que América Latina pertenece como continente.

Creo que la comunidad académica de México debe buscar las oportunidades que surgirán de esta situación catastrófica para producir cambios de fondo que repercutan en nuestro país y en nuestro continente. Necesitamos construir una comunidad académica e intelectual más madura, más autónoma y más inteligente, que pueda movilizar información confiable y promover reflexiones en toda la sociedad, y por supuesto, debemos construir lazos y vínculos académicos, educativos, culturales y deportivos con el resto del mundo.
Ana L. Burgos es investigadora del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, en Morelia, Michoacán, y realiza una estancia sabática en la Facultad de Servicios Sociales-Culturales y Turismo de la Universidad Estatal Agraria de Stavropol, ubicada en el distrito del Cáucaso Norte de la Federación Rusa. Su proyecto, en colaboración con la Dra. Anna Ivolga, se titula “Desarrollo sostenible e innovación multidimensional en territorios rurales en desventaja”.

Federico Fernández Christlieb es director del Centro de Estudios Mexicanos en la Sede de la UNAM en Francia.

Alejandro Velázquez Montes es director del Centro de Estudios Mexicanos en la Sede de la UNAM en Alemania.

 
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