Encuadre   
30 de junio de 2022

Presente, pasado y futuro de las universidades. La ciencia y las coyunturas actuales

Por: Araida Hidalgo Bastida*
LA UNIVERSIDAD: ¿MODELO “DE NEGOCIOS”?
El papel de la universidad es esencial para el desarrollo de la ciencia y el beneficio de la sociedad. Originalmente las universidades eran en esencia centros de aprendizaje. Centros cuya principal misión era el progreso y la integración del conocimiento para el bienestar. Digo, desafortunadamente eran, porque en la actualidad, países como el Reino Unido o los Estados Unidos, así como en las universidades privadas de muchos otros países, tienen un modelo “de negocios”. Según este modelo, si la universidad puede desarrollar una tecnología que dé un beneficio económico, bien, pero se puede descuidar la misión de formar recursos humanos de calidad.

Además, la regulación en muchas universidades privadas no es buena o clara, y la calidad de estos recursos humanos es muy variable. Incluso en universidades que tienen diferentes sedes, y ofrecen una misma carrera en distintos campus, se encuentran distintos parámetros de calidad que no pueden asegurar que sus estudiantes estén obteniendo la misma experiencia, no sólo académica y de conocimiento, sino de formación profesional.

En el modelo “de negocios”, desafortunadamente, los estudiantes son vistos como clientes y no como educandos. Lo vemos, como profesores universitarios, en generaciones desde hace más de diez o Quince años: los estudiantes están enfocados en los resultados de los exámenes, su prioridad no es aprender, no es el amor al conocimiento, sino que se interesan por lo inmediato, se preguntan qué contendrá el examen y no ¿en dónde más puedo aprender?, ¿qué otros libros puedo leer para aprender más sobre esto?, lo que conduce a un círculo vicioso, porque las generaciones sirven de ejemplo a quienes vienen detrás.

También hay una diferencia con estudiantes de primera generación, aquellos cuyas familias no habían tenido acceso a la educación superior antes que ellos. Hay políticas para ampliar la inclusión en la universidad, para encontrar y apoyar a estudiantes brillantes desde pequeños en escuelas primarias, secundarias y preparatorias.

El rol de las universidades varía dependiendo de si la misión es realmente crear recursos humanos y beneficiar a la sociedad, o adoptar ese modelo “de negocios”, en el que lo que importa es el número de estudiantes que paguen (y si son extranjeros, mejor, porque pagan más, al menos en el contexto británico). Los estudiantes con circunstancias socioeconómicas desfavorables pueden no tener tiempo para realizar estudios universitarios, porque necesitan trabajar para poder sostener a su familia o necesitan cuidar a sus hijos.

UNIVERSIDAD E INTERNACIONALIZACIÓN
En términos de ciencia, históricamente el conocimiento se ha visto como una herramienta de poder. Mantener la información, tanto en ciencia como en cualquier otra área, es clave para los líderes de las instituciones de los países, y la ciencia no es la excepción. Hemos visto en muchos conflictos armados que la tecnología ha definido quién resulta vencedor. Hemos visto que el mayor avance tecnológico se da, desafortunadamente, durante las guerras y los conflictos armados.

La COVID-19 fue un parteaguas; la humanidad nunca había vivido una pandemia en la que hubiera tenido la capacidad de intervenir. Por supuesto está el antecedente de la influenza, la peste negra, y otras; ha habido numerosas enfermedades a lo largo de la historia que han diezmado a la población en el planeta, pero nunca habíamos tenido la tecnología, y el acceso al conocimiento, para poder combatirla con una estrategia efectiva. No es solo tecnología en la ciencia, sino también microbiología, virología, genética. Si comparamos con lo que sucedía hace cien años, cuando estábamos tratando de explicar el ADN, podemos ver que es fantástico que en un siglo hayamos dado un salto tecnológico y científico tan maravilloso gracias a la colaboración interdisciplinaria y multinacional.

Para la ciencia es indispensable la colaboración internacional. Quienes nos dedicamos a la ciencia no lo hacemos por dinero. Nuestra mayor satisfacción es contribuir a la sociedad, a la formación de recursos humanos, a encontrar la cura de una enfermedad o la solución a un problema. Definitivamente, lo económico no es la motivación principal de los científicos. Si queremos ayudar a solucionar un problema, a quienes nos dedicamos a la ciencia no nos interesa ser la única persona que lo pueda hacer. Entendemos perfectamente que necesitamos estrategias multidisciplinarias, que van a permitir acelerar el descubrimiento de esa cura o el establecimiento de una nueva tecnología.

Los medios de comunicación han favorecido el intercambio internacional interamericano, transatlántico y global. La internacionalización es también una motivación muy importante. Por supuesto, seguimos avanzando, y con la era electrónica y el internet, no hay pretexto para no tener colaboradores internacionales y de diversas áreas.

Con el intercambio internacional vienen otros retos, como el desarrollo de competencias interculturales, pues los individuos que no han estado nunca expuestos a otras culturas tienen dificultades para entender otras circunstancias o maneras de colaborar. A pesar de ello, los medios de comunicación han sido fantásticos para permitirnos acceder a esas colaboraciones.


LA VACUNA CONTRA LA COVID-19 Y LA COLABORACIÓN UNIVERSIDAD-EMPRESA
Como ingeniera sé un poco de muchas áreas, pero aun así no soy experta en física; conozco mis limitaciones y no tiene caso que me ponga a estudiar un curso de física para que yo sola pueda hacer algún proyecto. El avance de la ciencia permitió crear la vacuna contra la COVID-19 en un tiempo récord. Una vacuna nunca se había creado y aprobado en tan poco tiempo, en menos de un año. Lo que se ha hecho en la actualidad, no se habría podido concebir en la época de Edward Jenner. Cuando digo un año, no solo me refiero a que se diseñó con base en conocimientos previos, sino a que se hicieron pruebas: primero en laboratorio, en animales y luego en clínicas, en seres humanos para generar datos suficientemente confiables y aprobar la vacuna. Fue la ruta de aprobación más rápida. Ningún medicamento o vacuna se aprueba para uso clínico si no hay datos suficientes para probar que es segura y eficaz. Tenemos que probar que no le hace daño al paciente y que sí le ayuda: eficacia y seguridad. Lo primero que debemos de recalcar aquí es que, en ese periodo de un año, la vacuna se diseñó, se probó, se aprobó y fue aplicada.

En cuestión de avances en medicina, siempre hay una farmacovigilancia; es muy importante, aun después de la aprobación, dar seguimiento a cualquier efecto adverso que pueda estar asociado a la vacuna.

La mayoría de la población tuvo la opción de decidir. La vacuna nunca fue obligatoria, especialmente al principio, y alguien que no hubiera estado convencido de su seguridad podía rechazarla. Pero en cuestión de riesgo-beneficio, si te arriesgas a no tener la vacuna y morir, o a pertenecer al 0.001 por ciento que tiene un efecto adverso, comparado contra el diez por ciento de mortalidad que tuvo COVID-19 en los primeros meses, para la mayoría de la gente está muy claro.

La vacuna desarrollada en una universidad se tuvo que producir en enormes cantidades. Se tuvo que establecer un sistema de prioridades para favorecer a las personas con mayor riesgo de mortalidad. Es muy importante recalcar que los científicos universitarios que desarrollaron la vacuna fueron reconocidos en primera instancia cuando se buscaba una solución y que hubo una colaboración muy fuerte entre universidad y sector privado. El mejor ejemplo es la vacuna AstraZeneca, en colaboración con la Universidad de Oxford. Esta colaboración propició la idea de fabricar la vacuna a costo, venderla a los países sin ganancia. No todas las farmacéuticas lo hicieron, pero para AstraZeneca era muy claro que esto tenía que ser así en beneficio de la sociedad, en el sector privado es atípico que una compañía no obtenga provecho de un problema como la pandemia.

Ha sido muy interesante la colaboración entre el sector privado y la universidad. Una vez que pasamos a la fase endémica, se considera la vacunación anual, lo que trae nuevas responsabilidades para universidades y farmacéuticas. Los científicos tienen un papel importante desde el inicio de la pandemia, cuando la población quiere entender qué está pasando, y distinguir la información real de la que no lo es, sólo escuchando a los científicos se puede filtrar la información.

Desafortunadamente, el reconocimiento a este papel de los científicos dura poco, sobre todo si sus opiniones difieren de las líneas oficiales, como sucedió por ejemplo con las disputas por el uso de mascarillas, el distanciamiento social, el aislamiento de los casos positivos: por ser medidas impopulares, los gobiernos las rehúyen para no perder influencia y desacreditan a los científicos.

Hubo un reporte muy al principio de la pandemia en el que claramente se establecían los tiempos de duración aproximada: entre dieciocho y veinticuatro meses. La idea se recibió con mucho escepticismo, incluso entre algunos miembros de la comunidad científica. Muchos colegas del Departamento de Ciencias de la Vida pronosticaban que la duración sería a lo mucho de un par de semanas. Eso se explica cuando no se ha tenido una experiencia previa de este tipo.

CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y CAMBIO CLIMÁTICO
Hemos abusado de la naturaleza, del medio ambiente; la humanidad ha sido ególatra al pensar que todos los recursos son para su propio consumo. Como en el caso de la pandemia, reina el escepticismo porque se desconfía de los datos que no aportan beneficios económicos a los gobiernos y las empresas. Los negocios de la industria petrolera, por ejemplo, son la fuente número uno de ingresos en muchos países, a pesar de que siempre ha habido desastres naturales relacionados con la obtención de petróleo en mar y en tierra. Aun así, no se han logrado mejores regulaciones. Ha habido algunas medidas de biorremediación, pero escasea el capital para implementarlas.

¿Cuál es el papel de la universidad en cuanto al cambio climático? Cuando la universidad tiene por vocación el beneficio de la sociedad, no hay ningún lugar mejor que ella para llevar el liderazgo. Es el mejor foro para generar conocimiento, discutir, intercambiar ideas y formar alianzas que permitan avanzar en la misión o en el proyecto que se quiera. Hace décadas que los académicos sabemos sobre el cambio climático, y no es solamente el calentamiento global, sino cualquier cambio en el clima, en la temperatura, en la precipitación, en la cantidad de días nublados o días soleados en cualquier región. Sin embargo, apenas hasta ahora está cobrando la suficiente importancia entre la población en general. La desinformación ha tenido un papel primordial, así como la manipulación de la información por parte de personas que no tienen ningún interés social, y cuyo único interés es continuar explotando los recursos naturales sin ninguna consideración por el balance de los ecosistemas.

Vemos el área forestal que se está perdiendo en el Amazonas, y el cambio del uso de la selva o de áreas con vegetación para dar paso, por supuesto, a áreas de cultivo. También tenemos el problema de la seguridad alimentaria —al final todo está ligado— pues los cultivos no están siendo diseñados para mantener la fertilidad de la tierra. Las tierras en las que se está cultivando se van a agotar de nutrientes y van a dejar de ser fértiles al final de algunos ciclos de cultivo, así que no es un sistema sostenible el que se está buscando. En la universidad no solo estamos buscando tecnologías para tener un enfoque sostenible, sino que estamos incorporando el enfoque de sostenibilidad en tantos aspectos del currículo como sea posible. El mejor ejemplo de tecnologías sostenibles es el medio ambiente mismo y quisiéramos tener la tecnología de biorremediación que nos permita eliminar la contaminación de suelos, mares, aguas y ríos, e incluso de emisiones (hay tecnología para las chimeneas de las fábricas que filtra los metales pesados de sus emisiones).

La tecnología sostenible tiene que figurar en todas las áreas del conocimiento y de la tecnología. En el Reino Unido, por ejemplo, fuimos muy afortunados en tener muy pronto, durante la pandemia, equipos de diagnóstico de COVID-19 donde indique infección se aparecen dos barras, como en las pruebas de embarazo mediante chips de papel y cromatografía. Pero la cantidad de desperdicio que se producía ciertamente no era sustentable. La universidad debe anticipar estas coyunturas, promover que se eviten estos daños.

Algo importante que hay que mencionar también es el rol de los líderes del mundo en estas dos situaciones, tanto en pandemia como en cambio climático. Vemos que los países a los que les fue mejor durante la primera etapa de la pandemia fueron aquellos cuyos líderes eran mujeres, como Nueva Zelanda o Alemania, donde la prioridad era que no hubiera muertos; no importa quién, no importa de qué edad, la prioridad era tener cero muertos. Tomaron decisiones muy difíciles, impopulares entre la población y las empresas, pero con buenos resultados a fin de cuentas.

Las diferencias de liderazgo, entre hombres, se ven en torno al cambio climático, y en muchos movimientos, sobre todo los de comunidades, que son liderados por mujeres, y que tienen diferentes prioridades. La primera es la comunidad, nuestra sociedad en pequeño, no el país como tal, pero es la comunidad en la que nosotros vivimos, de la que dependemos, de sus recursos naturales, y no podemos arriesgarnos a hacer lo que han hecho las generaciones anteriores. Lo que quieren dejar a las generaciones que vienen en sus comunidades, como prioridad, es proteger su legado, su herencia cultural, ambiental y comunitaria. Las diferencias en estilos de liderazgo se ven en las universidades, donde se están traduciendo en la diversidad y la equidad de género y de grupos étnicos.

Es muy importante que se aprecie al individuo por lo que contribuye a la institución y a la organización, no por su aspecto o sus circunstancias externas, que son totalmente irrelevantes. En cuestiones de diversidad y de equidad, las universidades todavía están atrasadas, aunque se quiera creer lo contrario. En los niveles directivos, las mujeres están subrepresentadas, a pesar de que las prioridades de liderazgo femenino han resultado mejores en cuanto a la pandemia y al cambio climático. El pensamiento crítico que se cultiva en las universidades debe aplicarse incluso de manera autorreflexiva, si queremos que las instituciones de educación superior resistan los fuertes embates de las coyunturas presentes.
Araida Hidalgo Bastida, estudió biotecnología en el Instituto Politécnico Nacional, y el doctorado en Farmacia en la Universidad de Nottingham. Es profesora de la Universidad Metropolitana de Manchester donde dirige la internacionalización en el área de Ciencias de la Vida.
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