Experiencias   
31 de octubre de 2022

El desconfinamiento del desarrollo sostenible. Una trayectoria en investigación y desarrollo

Por: Martina del Cerro
Cuando me preguntan acerca de ciencia y sostenibilidad automáticamente pienso en mi país de origen, Argentina; en la inmensidad de recursos disponibles que por fortuna tenemos y en una equivalente cantidad de oportunidades para establecer un desarrollo sostenible que hoy están desaprovechadas.

Debido a que mi especialidad es la ciencia y no la política, voy a intentar exponer el papel que la ciencia y la sostenibilidad han desempeñado en mi carrera profesional y trayectoria personal, y en el desarrollo de mi visión sobre el tema.

Me recibí en 2014 como ingeniera química en la Universidad Nacional de Mar del Plata, una ciudad costera con espectaculares playas. En 2016, gracias a una beca Fulbright pude venir a la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign (UIUC) a capacitarme en Medio Ambiente, Energía, Agua y Sostenibilidad y descubrí lo que hoy es mi pasión profesional, los procesos de tratamiento de aguas. Aquí, por primera vez, me di cuenta de cómo la investigación en medio ambiente no se limita al ámbito académico y al espacio intangible, sino que busca generar un impacto real en la vida de las personas. Comencé a comprender el nexo entre alimentación, energía y agua, y a entender la relación de estos recursos imprescindibles con el grado de desarrollo de los países, y cómo el acceso a ellos influye en el nivel de escolarización y en la equidad entre géneros. Es esta interrelación de conceptos y la posibilidad de materializar el conocimiento para un bien común y superior lo que me ha llevado a dedicarme a la innovación en el campo del agua. Durante mi maestría trabajé en desalinización y colaboré en proyectos de manejo de nutrientes. En mi último año tuve la oportunidad de unirme al Centro de Tecnologías Sostenibles de Illinois (ISTC por sus siglas en inglés), un instituto de investigación aplicada afiliado a UIUC, para desarrollar un proceso de ósmosis directa para el tratamiento de aguas en plantas de energía a base de carbón. Allí trabajé en el escalado de operaciones unitarias y en el manejo de metales pesados.

En 2019 emigré a España donde trabajé en consultoría de investigación y desarrollo en temas variados, desde captura de carbono hasta reciclaje de plásticos. Colaboré con entidades de toda la Unión Europea para cumplir los objetivos del Pacto Verde Europeo, que busca reducir a cero las emisiones netas para 2050. Trabajando con socios tanto públicos como privados pude dimensionar en términos reales la gravedad del cambio climático y la complejidad de las estrategias para detenerlo. En 2021 decidí volver a Estados Unidos, al ISTC en concreto, para aplicar todo lo aprendido en desarrollo tecnológico y actualmente me encuentro a cargo de un proyecto de producción de biocombustibles a partir de una tecnología de tratamiento de aguas residuales a base de algas, que son también una alternativa promisoria como método para el uso de CO2 capturado. 

Estas experiencias en mi trayectoria profesional me han permitido construir un panorama amplio de necesidades sociales y tecnológicas actuales, y estrategias para responder a ellas. Cada seis meses mi hermana me pregunta a qué me dedico y yo suelo responder con un tecnicismo que creo que va a satisfacerla. Evidentemente no es así ya que cada vez que surge la oportunidad vuelvo a enfrentarme a la pregunta. La mejor forma de describir mi trabajo actual es la frase que me introdujo a la ingeniería, “resolver problemas”, y lo gratificante del ámbito en que me desenvuelvo es que a medida que uno cobra experiencia, más evidencia reúne de las posibilidades a desarrollar y más se atreve a afrontar desafíos complejos. Mi objetivo es poder aplicar algún día todo este conocimiento que he logrado adquirir en el exterior, en proyectos dentro de mi país para contribuir a garantizar el acceso al agua, la energía y los alimentos. A modo ilustrativo, solo un 56 % de la población argentina tiene acceso a saneamiento y la cifra adopta el valor alarmante de 2.5 % cuando se evalúan barrios marginales por separado (DNAPS, n. d.).

Una de las mayores diferencias que he podido identificar entre Estados Unidos y Argentina es que, en el primer país, debido a la situación socioeconómica de la clase media en general, el sentido de urgencia no es tan prevalente y en la vida diaria uno tiende a valorar decisiones por su impacto en el mediano a largo plazo. Esto permite adaptarse a cierta estructura y planear, por lo que, si bien hay un riesgo, las posibilidades de error suelen ser menores. Esto es absolutamente transferible al ámbito científico, en donde esa visión de necesidades futuras permite anticiparse a su demanda. En mi caso es sumamente motivante, pues me permite evidenciar potenciales carencias en Argentina que, para el momento en que sean descubiertas, probablemente requerirán de una solución inmediata. La falta de planificación suele traducirse en mayores costos e imprevisibilidad; basta con mirar cómo la propagación de la pandemia produjo escenarios repetidos en diferentes partes del mundo. 

Lo increíble que tienen la ciencia y la innovación es la inmensidad de aplicaciones del conocimiento. A mí me satisface explorar cómo un desarrollo técnico se traduce, finalmente, en un impacto social. En el ámbito del agua, los temas de interés en la actualidad son el control de nutrientes, el manejo de salmueras, el control de ensuciamiento y depósitos, la mitigación y regulación de sustancias per y polifluoroalquiladas (PFAS), entre otros. Algunas de estas cuestiones se relacionan íntimamente con la salud, por lo que puede ser sencillo advertir su repercusión directa en nuestras vidas; otras, como el control de ensuciamiento de membranas, por ejemplo, no inciden en forma tan evidente. Sin embargo, el ensuciamiento reduce la vida útil de las membranas y aumenta el costo de producción de agua tratada, ya que a igual aporte energético menor cantidad de producto, o, dicho de otro modo, para la misma cantidad de producto es necesaria más energía. Al analizar el ciclo de vida útil de este proceso vemos que incrementa su huella de carbono.  

En la actualidad existen varias iniciativas para que la tasa neta de emisiones de gases de efecto invernadero sea cero para el año 2050 (European Comission, n. d.), con el objetivo de evitar las drásticas consecuencias del cambio climático. Lógicamente, son los países con mayor cantidad de recursos los que están dedicando fuertes inversiones en este ámbito. Lo paradójico —algo que acarrea tremendas desigualdades—, es que esos países donde se genera el problema tienen mayor capacidad de reacción y adaptación a las consecuencias del calentamiento global que aquellos que, por lo limitado de sus recursos, son más proclives a sufrirlas. 

Analizar cómo la ciencia y la innovación en tecnologías de agua tienen repercusiones que exceden su ámbito de aplicación concreto podría ser interminable. Considero pertinente destacar cómo, a través de la colaboración y el intercambio de conocimiento, se pueden atender diversos intereses estableciendo parámetros comunes de prioridad. Con esa convicción observo, por ejemplo, las diversas circunstancias que se dan en Argentina, y considero que es posible predecir, con cierto margen de certeza, qué solución puede resultar más adecuada, con base en una experiencia ya observada. Esa perspectiva deja fuera la improvisación que conduce a soluciones inadecuadas. En mi labor están siendo clave los aprendizajes, la capacitación y las oportunidades que tengo, de contribuir al desarrollo de tecnologías que serán determinantes en el campo de la innovación en los próximos años. Todo cambio requiere de una inversión, por lo que la estrategia de ejecución no es directa ni sencilla, pero considero importante valorar en el esquema general de decisión las repercusiones indirectas, el panorama completo, pues solo así pueden abordarse los problemas desde su raíz y no con acciones paliativas. 

Tras la pandemia por COVID-19, parecieran ser términos antitéticos o que suscitan sentimientos opuestos, pero no es así, y por ello quiero concluir enfatizando la trascendencia que tiene analizar el impacto generalizado de los esfuerzos científicos. No solo por la concatenación de efectos en ámbitos tecnológicos, económicos, y sociales, sino por su versatilidad para ser aplicados en diferentes entornos con realidades dispares. Es fundamental para ello el intercambio de ideas y la colaboración dentro de la comunidad científica. Estos esfuerzos promueven la equidad y garantizan la efectividad y continuidad de las soluciones: retirar de la atmósfera las 36.3 gigatoneladas de CO2 emitidas en 2021 (IEA, 2022), va a requerir un ingenio superior que simplemente bajar el aire acondicionado.
Martina del Cerro es investigadora en el Centro de Tecnología Sustentable de Illinois, en la Universidad de Illinois en Urbana Champaign.
 
Referencias 
Comisión Europea (s. f.). “Un Pacto Verde Europeo”, en Portal de la Comisión Europea: https://ec.europa.eu/info/strategy/priorities-2019-2024/european-green-deal_es 

Dirección Nacional de Agua Potable y Saneamiento (DNAPS) (s. f.). “Agua Potable y Saneamiento”, en Portal del Gobierno de la República Argentina: https://www.argentina.gob.ar/obras-publicas/infraestructura-y-politica-hidrica/agua-potable-y-saneamiento 

International Energy Agency (IEA) (marzo de 2022). “Global Energy Review: CO2 Emissions in 2021”, en Portal de la Agencia Internacional de la Energía: https://www.iea.org/data-and-statistics/data-product/global-energy-review-co2-emissions-in-2021 
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