Encuadre   
31 de marzo de 2023

Fijaciones orales. Reporte de campo

Por: Alejandro Rubio
Hablemos de un libro escrito en agua, de un poema que se llevará el viento, de un relato que surge dialógicamente y se desarrolla bajo las cambiantes reglas de un juego donde los roles de actor, espectador y dramaturgo se confunden y transmutan. Hablemos de tradición, de folclor, de cultura, añadiendo —o no— popular aunque nos lluevan marcos teóricos. Sobre todo, hablemos del hablar y del habla en lo que tiene de gesto y teatralidad. Hablemos de canciones y cantemos sobre la palabra. Escribamos esforzando la prosa para aparentar un dictado, para perfilar un personaje usando su idiolecto. Hablemos, cantemos, versemos, friccionemos y ficcionemos la oralidad y digamos palabras que no están en el diccionario, por ejemplo: oralitura.

En mayo de 2023 cumplirá dos años la primera vez que yo leí esa palabra en la improbable compañía de la palabra academia. Me sentí irremediablemente atraído por la expresión y en particular por su uso en otro vocablo nuevo para mí: oralitores. Vaya, son varios, pensé, y con curiosidad hice click en el anuncio que ofrecía un curso llamado La décima y la canción. Así pisé por primera vez ese territorio cuya exacta ubicación en el mapa de la literatura es evasiva y cuya definición entra en la órbita de las preguntas imposibles. Baste un dato: tan no existe la palabra oralitura que no tiene entrada en Wikipedia. Y sin embargo…

Acuñada originalmente por Alexis Díaz Pimienta, la expresión oralitura puede verse como un neologismo, una contracción más propia de la mercadotecnia que del arte, un hallazgo —el tiempo dirá— o simplemente una ocurrencia. Por lo que sea que la palabra existe, creo que persiste —la rima es intencional— por la necesidad de especificar un momento de confluencia entre lo que la academia define como literatura oral, concepto muy debatido que incluiría conjuntos muy variados de textos bajo el común denominador del predominio de la memoria como soporte y la voz como medio de transmisión y cuyo territorio principal sería la tradición y la emergencia de expresiones como la spoken word (palabra hablada) el hip hop o la improvisación teatral, entre muchas otras.

Oralitura podría ser también una reivindicación de la letra en lo oral, extendiendo el significado del concepto oratura, originalmente propuesto por el lingüista ugandés Pio Zirimu, como una alternativa para evitar el uso de expresiones como literatura folclórica o literatura oral. Walter J. Ong, en Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra (1987) instrumentaliza el término sugiriendo desvincular el texto oral de su concepción como categoría anexa a la literatura escrita, para verla entonces como una manifestación artística única que incluiría los repertorios en los que se conjugan lo escrito y la palabra oral, bien porque textos escritos se divulgan principalmente en esa forma o porque se realizan recopilaciones escritas de textos orales en su origen.

Pero sobre todo, oralitura es para mí una experiencia. 

Corte a: 

EXTERIOR. UN PATIO ESCOLAR EN CUBA. 


La escena muestra una clase de improvisación poética. Niños y niñas de no más de doce años explorando la noción de campo semántico mediante la herramienta de la rima. Antes exploraron el octosílabo, hablando en una lengua común que llaman octoñol. Más tarde juntan esas dos experiencias en una variedad de juegos que le deben mucho al Rodari de la Gramática de la Fantasía (1983).

El Método Pimienta para la improvisación poética (Díaz-Pimienta, 2014) es el manual que surgió de experiencias como esta sesión que describe el documental italiano Il campo semantico (Riondino, 2017). Para quienes nos hemos involucrado en la promoción de la lectura es una escena portentosa que responde a la provocación menos atendida, en mi opinión, de las muchas que Rodari sugiere: promovamos la escritura que la lectura vendrá con ella.

Corte a: 

INTERIOR, DÍA. UN AULA EN EL BRONX. 


Un grupo de niñas y niños de entre nueve y diez años, sus padres y madres, maestras y maestros se arremolinan alrededor de la legendaria máquina de ritmos TR-808. Improvisan por turnos rimas sobre el beat. Al fondo, otro grupo dibuja un mural. Más tarde los chicos bailan sobre el beat que ha incorporado ya las rimas improvisadas; capturan la danza con una cámara fotográfica y esas imágenes alimentarán la plataforma de enseñanza de programación Scratch, como base para animar a un personaje dibujado usando solamente código. Todos bailan, finalmente, al ritmo de su producto comunitario.

Ideado por el Scratch Team del MIT, el proyecto Hip Hop and Scratch Coding [Hip Hop y escritura de código Scratch] extiende la noción de escritura al ámbito del cómputo. Para quienes nos hemos aventurado en esos lenguajes, estas son escenas alentadoras. Los comunes denominadores de la comunidad y la improvisación son evidentes, la codificación de algo que parecía imposible de enseñar —la improvisación— tiene efectos poderosos y su capacidad de generar vínculos comunitarios multiplica su impacto.

Sobre los méritos de Alexis Díaz-Pimienta como escritor, en lo personal coloco el desarrollo de su método y la construcción teórica que lo sustenta expresada en Teoría de la improvisación poética (2013), como un logro mayor por su capacidad vinculante.

Oralitura podría, entonces, aludir a una práctica y sus técnicas, las cuales permiten a quienes no hemos nacido en las tradiciones presentes y vivas en nuestros países —como el payar, el repentismo, la cumanana o el son jarocho [ver recuadro]— y, por supuesto, que no crecimos en el hip hop, asimilar una serie de herramientas creacionales que disparan flechas en múltiples direcciones y se fijan en canciones, relatos o poemas.

Corte a: 

UNA SALA DE ZOOM EN CUALQUIER LUGAR O DÍA DEL CONFINAMIENTO. 


En un cuadro está Janet, española avecindada en Venecia, maestra en letras españolas. En otro, un mexicano que, guitarra en mano, está aprendiendo a hacer décimas espinelas y propone una melodía. Janet improvisa y anotamos. Más tarde: hemos compuesto una canción fijando las palabras y notas soltadas al aire.

En otros cuadros de la pantalla hay personas de más de diez países. Algunos son actores, otros poetas, payadores, repentistas; varios son incipientes cantautores, muchos son jóvenes raperos ávidos de encontrar en estrofas del Siglo de Oro la clave para su próxima punchline. Personas de edades y formaciones muy variadas, pero todas bajo la gran república de la Ñ. Todos los días en un chat de WhatsApp desfilan más de cincuenta décimas y sus respectivos comentarios, correcciones, propuestas de mejora, musicalizaciones o solo aplausos. Para quienes por largos años hemos concebido y vivido la escritura como un acto solitario, es una gran experiencia: festiva y amable. Es en esas conexiones donde podemos darle una oportunidad a la palabra, a la experiencia y a la práctica de la oralitura.

¿Hay un resurgimiento de la poesía y, en particular, de la rima? Es muy pronto para saberlo, pero tal vez la pandemia le ha dado a la iniciativa de Díaz-Pimienta una oportunidad dorada para construir un campo desde el cual el texto oral y su riqueza puedan prevalecer y la tradición genere novedad y más caminos.

Corte a: 

INTERIOR. ENTREGA DEL PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE LAS LETRAS 2020. 


Habla Anne Carson (2020):

Y, con el fin de consolidar nuestra nueva relación de gracia, me gustaría realizar para ustedes, y con ustedes, un pequeño poema. Es un poema interactivo, lo que significa que yo digo una parte y ustedes dicen una parte y las dos se unen, en algún lugar del ciberespacio, para dar forma a un pequeño significado. Así que, aquí está su parte. Ustedes han de decir: “¡Comprémoslo! ¡Qué ganga!” cuando les indique. Contaré hasta tres para que puedan practicar. (“¡Comprémoslo! ¡Qué ganga!”) ¿De acuerdo? Recuerden su estrofa. Charla breve sobre la sensación del despegue de un avión. Bueno, ya saben, eso podría ser el verdadero amor corriendo hacia mi vida con los brazos en alto gritando… 

Y tal vez eso de corear un poema también sea oralitura… 
Alejandro Rubio nació en Guadalajara, Jalisco. Gran parte de su vida profesional se ha relacionado con la escritura, incluyendo canciones y jingles. En 2009 fundó Philias, consultora dedicada a las tecnologías de la conversación, de la que es director creativo. Músico, loco y poeta, aunque nunca ha dejado de escribir poemas y canciones, el encuentro con la estrofa espinela —mediado por talleres online en el contexto de la pandemia de covid-19— fue también el reencuentro con su propia voz y con la decisión de publicar. Toca guitarra en La Súper Cocina. Escribió De diez en diez, diario de una cuarentena (disponible libremente en https://diezendiez.com/) y poemas suyos figuran, entre otras antologías, en Bichos en vitrina (Andrea Montiel, editora, 2021; México: Tinta Libre). 

Referencias
Carson, Anne (2020). “Discurso en la ceremonia de premiación de los premios Princesa de Asturias de las Letras”. ABC Cultura (https://www.abc.es/cultura/libros/abci-anne-carson-gracia-y-viene-entre-creador-obra-arte-y-audiencia-como-entre-y-recibe-regalo-202010161849_noticia.html). 

Díaz-Pimienta, Alexis (2013). Teoría de la improvisación poética. Almería: Scripta Manent Ediciones. 

Díaz-Pimienta, Alexis. (2014). Método Pimienta para la enseñanza de la improvisación poética. Almería: Scripta Manent Ediciones. 

Ong, Walter G. (1987). Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México: Fondo de Cultura Económica. 

Riondino, David. (2017). Il campo semantico. Documental. Italia/Cuba, financiado por la Unión Europea (https://vimeo.com/225996879). 

Rodari, Gianni (1983). Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias. Barcelona: Argos Vergara.
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