Enfoque
31 de marzo de 2023
Instantáneas en el tiempo
Sonidos, murmullos e incesantes repeticiones audibles de conceptos que parecían traspasar, sin premura, cada una de las paredes de aquellos sitios. Un ambiente cálido y de constantes estímulos sensoriales que develaban las más entramadas complicidades en el estudio. De esa forma tan sublime inició mi aventura fotográfica en las bibliotecas de la UNAM.
La misión parecía sencilla: levantar imágenes para ilustrar la revista
UNAM Internacional y salir apresuradamente a continuar con mi agitado día. Edición de libros, selección de material, discursos políticos, talleres corporativos: todo parecía más urgente que detenerme a admirar la dinámica de un espacio aparentemente conocido.
Llegué a la primera biblioteca, coloqué la memoria digital, me aseguré de poner la batería correcta, elegí el lente óptimo y me decidí a enfocar mi objetivo. Un segundo después y sin poder eludirlo, el brillo intenso de aquel lugar me había envuelto con su magia para siempre.
Comprendí que entrar en una biblioteca de la universidad requiere de intrepidez, de gallardía para descubrir nuevos mundos y para ver el propio con otros ojos ricos en luz y de una mirada ansiosa por observar los detalles fuera del caos interior.
La arquitectura, la disposición, el sonido y los caminos radiantes, finamente diseñados, daban a cada recinto universitario múltiples ambientes óptimos para la reflexión, el estudio e incluso para la introspección, un lujo al que pocas veces accedemos en el mundo moderno.
Sin importar que fuera la biblioteca de alguna facultad, de una preparatoria o la más grande del Sistema Bibliotecario de la UNAM, el orden era tan perfecto como imperceptible. ¿Cómo no reconocerlo si resulta tan sencillo —y casi automático— localizar la ubicación de un texto entre muchísimos más en el país?
Bastó con afinar los sentidos y escuchar las historias de su gente para impregnarme con la esencia de cada sitio. Sin distinción de tamaño o de las necesidades de información, cada biblioteca atesoraba un acervo único que enriquecía a la comunidad universitaria y contribuía puntualmente a la preservación del español mediante cada uno de los miles de textos resguardados en ellas.
Así, durante mis recorridos en busca de los grandes tesoros bibliotecarios de la UNAM descubrí, de manera sorpresiva, una joya inesperada: su gente. Colaboradores entregados que con ferviente pasión hacían girar con muy buen ritmo una maquinaria admirable de servicio. Personas que, aunque poco visibles, se entregaban al cuidado, a la preservación y a la difusión de la diversidad de recursos informativos preservados históricamente por nuestra alma máter.
Y fueron precisamente ellos quienes convirtieron mis imágenes en historias: me revelaron su cariño por los textos por medio de “el héroe”, un libro que han nombrado así porque absorbió el agua de una tubería rota en el piso superior y salvó al resto de los ejemplares; me dieron a conocer el término
incunables para distinguir libros impresos antes del año 1500; me permitieron descubrir los facsimilares, reproducciones de textos y dibujos que son idénticos a su original; me compartieron la diferencia entre las muletas y otras técnicas de preservación y, sobre todo, me contagiaron su dedicación y sensibilidad por salvaguardar el patrimonio histórico y cultural de nuestro país.
Por todo ello estos
instantes en el tiempo son un tributo a través de la lente para los cientos de personas que colaboran en las bibliotecas de la UNAM a todo lo largo y ancho de la República Mexicana. Sus logros cotidianos convierten los recintos bibliográficos y hemerográficos en lugares asombrosos de conocimiento y conservación de la mayor riqueza documental del país. Y es así como nos encontramos con un mundo que, aunque parece superado por la tecnología, se fortalece y descubre por sí mismo un eco capaz de estremecer al más incrédulo visitante.
Visita las bibliotecas de la unam: conoce su historia, admira disfruta su arquitectura y explora sus recursos informativos. Un Sistema Bibliotecario y de Información de vanguardia en América Latina, constituido por 134 bibliotecas y coordinado por la Dirección General de Bibliotecas de la UNAM.
Para conocer más de los numerosos recursos del Sistema Bibliotecario, ingresa a: www.dgb.unam.mx
Clara Araujo es doctorante en ciencias políticas por la UNED, maestra por la Universidad Rey Juan Carlos, ambas en España, y licenciada en comunicación por la Universidad Intercontinental. Combina su profesión con la fotografía. Es coautora de los libros de fotografía 1968/50, De imágenes y relatos y El país en la ciudad, editados por la UNAM, y ha coordinado la edición de la serie Imagen en Letra: Letra en Imagen (Coordinación de Humanidades) y del libro por el 99 aniversario CEPE, Destellos magistrales.