Entrevista   
31 de marzo de 2023

Veintidós años al frente de la FIL Minería. Entrevista con Fernando Macotela

Por: Dolores González-Casanova y Carlos Maza
Dolores González-Casanova: Para el cuarto número de UNAM Internacional, sobre la lengua española, nos pareció que sería bueno contar con una nota sobre la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, mediante una entrevista a su… ¿cuál es tu título al frente de la FIL, Fernando?
Fernando Macotela: Director. No puedo ser director general porque estaría arriba del director de la facultad de la que dependo.

Carlos Maza: Nos interesa el papel del idioma español en la feria: la feria como canal a través del cual éste se expresa, se difunde, se encuentra en su diversidad. Y también nos interesa conocer si una feria internacional del libro incide o forma parte del proceso de internacionalización académica que se vive en la UNAM. 
FM: Esa segunda pregunta casi preferiría yo evitarla porque yo siento que no cumplimos con un gran papel desde el punto de vista de internacionalización; algo, sí, en la parte de la lengua. 

DGC: Yo sí creo que el hecho de que la UNAM haya decidido hacer una feria internacional del libro es un acercamiento también para los estudiantes de la UNAM hacia otros horizontes. ¿Por qué son importantes las ferias del libro? ¿Qué papel juegan en el proceso de producción y difusión del conocimiento? Especialmente FIL Minería, la feria del libro más antigua del país.
FM: Si hubiera sobrevivido ya no me acuerdo qué feria que había por ahí, desaparecida hace como veinte años, esa sería la más antigua, pero ya no existe, así que la FIL Minería es la más antigua. En México hemos tenido, sobre todo desde que la población aumentó muchísimo, desde que el país creció, una proverbial escasez de librerías. Los editores, que no eran muy dados a participar en ferias, de pronto se dieron cuenta de que era la forma que les quedaba para vender libros. Hay un dato con el que yo me encontré al llegar a la feria hace muchísimos años y que sigue siendo verdad y es terrible; me dijeron: “¿Sabes que en Barcelona hay más librerías que en México?” “No me extraña…” “Sí, pero hay más librerías que en México país, no México ciudad”. Hay muy pocas librerías y las ferias han venido a subsanar esa carencia. Ahora te encuentras con que en Tonantzintla, Puebla, tienen una feria internacional del libro, por poner un ejemplo que a mí me parece significativo. Por todos lados se hacen ferias; ahora hay muchas, y gracias a eso nos hemos podido emparejar. El negocio de la librería misma ha bajado; los libros electrónicos han pegado sobre todo en los Estados Unidos en donde les da por los gadgets, por las cosas nuevas. Y los libros que normalmente se venden más en los Estados Unidos no son los libros muy importantes, son los best sellers del momento, cosas que podríamos llamar superficiales. En México no creo que la situación haya cambiado mucho; la pandemia influyó un poco, positivamente, pero el porcentaje de libros electrónicos vendidos era tan bajo que no se podía usar para las estadísticas. 

CM: La feria, entonces, no solamente es un evento de difusión, sino que es también una estrategia económica para los editores… Pero esto no es igual en otros países ¿cierto?, ¿es esta la finalidad de una feria? 
FM: Los españoles se pasan el tiempo quejándose de su bajo porcentaje de lectura; consideran que en España se lee muy poco y, si lo comparamos con Alemania que es el país donde se lee más, efectivamente se lee poco. Para variar, son potencias Alemania, Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. En Estados Unidos las bibliotecas compran muchos libros —son quienes más libros compran—, pero también las escuelas y las universidades. Como resultado de una beca Fullbright que me dieron hace muchos años, estaba obligado a dar cursos en una universidad en Estados Unidos; me dijeron que yo eligiera el tema y claro, puse un tema sobre México, pero no estaba seguro de que los chicos pudieran conseguir los libros necesarios. La universidad era una de tantas que están un poco aisladas en el territorio, estaba hasta Montana, y yo pensé que ahí no iban a encontrar los libros. “Usted no se preocupe por eso”, me dijeron: “la librería de la universidad va a encargar los ejemplares necesarios”. Lo que más me gustó fue que cada editorial me mandó un ejemplar de los libros que yo había pedido para los estudiantes. En México, ¿cuándo va a suceder eso? En Estados Unidos se venden muchos libros, es un país que, por el nivel económico, el nivel de consumo, etcétera, se cuece un poco aparte o un mucho aparte.

Durante los dos años de pandemia, vamos a decirle “intensa”, la feria no se suspendió, solamente se hizo virtual. Queríamos atenernos absolutamente al dictum del rector: “La universidad no se detiene”, así que fue virtual, pero nos sentíamos muy desprotegidos, muy disminuidos porque estábamos acostumbrados a organizar mil, mil doscientas actividades y tuvimos que hacer cien. De pronto muchas personas nos solicitaban entrar, pero no se podía por mil razones. No estábamos preparados técnicamente y, si no hubiera sido por mis chavos, no hubiera sabido ni cómo conectarme.

Hasta antes de la pandemia éramos diez personas para organizar la feria; después de la pandemia somos ocho porque nos redujeron el presupuesto. Hasta hace unos seis o siete años la feria dejó buenos excedentes económicos para la Facultad de Ingeniería que es quien la creó y quien, con un deseo, con una voluntad no solamente de difundir la cultura sino, yo diría, hasta administrativa, académica y política, se ha esforzado por mantenerla viva y sigue viva después de cuarenta y cuatro años y por eso somos la feria más antigua del país.

Al entrar a la feria —esto no es para mi glorificación ni mucho menos—, había habido todo tipo de problemas durante veinte años. Inclusive con los vendedores ambulantes, sobre todo con los que tienen puestos de libros afuera del Palacio de Minería —la mayor parte de esos libros son piratería—, imagínense lo que les conviene a los editores que están adentro que les pirateen sus libros y los vendan afuera… Hubo un momento en que se registraba una cantidad de libros robados impresionante todos los días. Vimos cómo operaba todo porque yo mismo, antes de que me conocieran, entraba por el callejón de Condesa desde 5 de Mayo para llegar al Palacio de Minería y me detenía, al principio por curiosidad, a ver los libros viejos. De pronto empecé a ver libros nuevos, muy nuevos; tomaba un libro de esos y el comerciante me decía: “Si algún libro le interesa nuevo, usted nos dice y nosotros se lo tenemos al día siguiente a mitad de precio”. Así hacían los encargos, entraban a la feria, ¡y eso que cobramos boleto de veinte pesos! Era como si la feria fuera el catálogo de producción de los piratas y ladrones. En los puestos les pedían a los clientes todo tipo de detalles. También era muy notorio que los libros desaparecían siempre en la noche. Después empezamos a planear mejor, eso fue muy al principio de la feria y nos tomó dos o tres años corregirlo. Hace muchos años se puso vigilancia privada. En fin, eso les da una idea de la medida de los problemas.

Ya si uno se mete en las entrañas de la industria editorial, es muy complicado: la metrópoli, en este caso España, acapara las ventas de los libros en español. Poco a poco nos hemos ido metiendo los países que producimos. España se convirtió en una competencia muy seria a la caída del franquismo. Hace casi un siglo en Buenos Aires se producía una cantidad extraordinaria de buenos libros. Ahí estaba Victoria Ocampo y estaba Borges. En México sucedía lo mismo y producíamos más para las dimensiones del mercado de aquella época, pero con las dimensiones del mercado actual todo se complica. Los gobiernos españoles posteriores al franquismo han entendido bien eso y les ha ido bien económicamente.

En cuanto al tema de la internacionalización, yo creo que nosotros no cumplimos directamente con eso; podría darse el caso de que estuviéramos cumpliendo con tareas en ese sentido —esto suena un poco absurdo— sin darnos cuenta. A la mejor influimos, pero no sabemos cómo.

Lo que me da mucho gusto es que, entre otras cosas, la FIL Minería ha inspirado a absolutamente todas las otras ferias que existen en el país. Hay algunas que tienen muchísimo dinero —no deja de darme envidia—, pero creo que hemos sustituido los medios financieros con imaginación, lo cual es cumplir más o menos con ser universitario: en la universidad hay que pensar, hay que crear, hay que esforzarse.

Normalmente en las entrevistas me preguntan, “¿Cuál es su motivación?, ¿cómo hace para que esto siga después de tantos años?” Y les digo, “Mi motivación es un escudote atrás de mí que dice ‘Por mi raza hablará el espíritu’”. Esta es una feria de la UNAM y no nos podemos permitir hacer algo que no esté a la altura de la UNAM, con lo que sabemos, ya sabemos a qué debemos decir que sí y qué debemos rechazar.

Hace muchos años, calculo unos quince —yo acabo de cumplir en noviembre veintidós años en la FIL— tal vez un poquito más, una poeta que ya es mexicana, de origen cubano, Odette Alonso —y digo con mucho gusto su nombre—, se me acercó y me dijo: “tengo muchos contactos, a mí me invitan mucho a dar conferencias en universidades de Centroamérica y el Caribe, ¿no te interesaría que yo invitara a gentes de esas universidades, escritores que trabajan ahí y que pudieran venir a la feria?” Le dije, “¡Por favor! Eso estamos rogando que suceda”. E hizo la magia (ella y un grupo de mujeres poetas) de conseguir que sus respectivas universidades les pagaran el boleto. La Feria de Minería es una feria pobre, no podemos pagar boletos a invitados.

Así que Odette Alonso organizó unas charlas a las que llegaron personas de distintos países: República Dominicana, Guatemala, Panamá…, y nunca faltaba alguien de Estados Unidos también. Todos originalmente de lengua española, nacidos en países donde se hablaba español, gente que había emigrado a Estados Unidos, pero que daba clases en español o de literatura hispanoamericana o latinoamericana. Venían, charlaban entre ellas sin siquiera el interés de vender libros; traían un paquetito de libros que regalaban a determinadas personas o a la feria. Odette ya tiene quince años haciendo estas reuniones, invitando gente. Es alguien de quien dependemos mucho, la feria tiene muchas personas de las que depende y que hacen todo sin fines lucrativos, no nos cobran, lo hacen por convicción, como tantas cosas se hacen en tantas universidades, como en la nuestra.

Al escuchar a estos poetas de habla española que difunden la lengua a través de su obra, porque ellos siguen escribiendo en español en Estados Unidos, realmente me emocioné

El mejor ejemplo, el ejemplo al que me quiero referir, es cuando Odette me dijo: “Para el año que entra queremos invitar a profesores escritores, escritores que también dan clases, que viven de eso, pero todos vienen de Estados Unidos, ¿tienes algún inconveniente?” No, en absoluto… No sabíamos, la gran sorpresa que nos íbamos a llevar en esa ocasión. Invitó a escritores que vivían en diferentes puntos, algunos venían de sitios muy al norte de los Estados Unidos, pero muchos de la franja fronteriza, no necesariamente de las ciudades de frontera, sino de los estados fronterizos y de alguno un poco más alejado. Se presentaron y fue muy exitoso. Cuando llegaron se arrebataban la palabra, te puedo resumir lo que me dijeron: “Usted no se puede imaginar lo que ha sido para nosotros venir aquí. Nosotros damos clases, nuestros alumnos, que son aplicados, quieren aprender español”. Era una cosa rara, no hay tantos alumnos que se interesen de pronto por nuestro idioma. Aquí en una frase sentíamos el murmullo de la gente impactada, sentimos una comunicación con el público; el aplauso al final no tenía nada que ver con la cortesía de quien ha estado ahí sentado, sino que había entusiasmo realmente; nos pedían más poemas y preguntaban dónde podían conseguir los libros. Al escuchar a estos poetas de habla española que difunden la lengua a través de su obra, porque ellos siguen escribiendo en español, realmente me emocioné. Estábamos ahí algunos de mis colaboradores y yo muy contentos y muy emocionados de ver a estos maestros sorprendidos por el valor que adquiría su español entre nosotros.

Entonces, ¿cómo contribuye la feria a apoyar la lengua? Pues ese, para mi gusto, es el mejor de los ejemplos, y el hecho de que la UNAM asista a las diferentes ferias internacionales llevando sus libros en español.

DGC: ¿Nos podrías comentar acerca de las actividades que se realizan en la feria? 
FM: Para la edición de 2023 estamos calculando alrededor de mil actividades. En general nos llevamos la sorpresa de que siempre se superan las expectativas. Entre nuestras actividades está, por ejemplo, la ciencia en la FIL, el Ciclo Científico, que es un espacio importantísimo. Un día me di cuenta de algo: yo trabajaba en Publicaciones y Fomento Editorial, donde se hacía un programa para radio UNAM que se dedicaba a difundir poesía. La Dirección General de Publicaciones en principio distribuye todos los libros que se producen en la UNAM, y pensé “¿dónde quedaron la ciencia y la tecnología y tantas otras cosas?” Eso ha vuelto a esta universidad, a esta feria diferentes. Y además ha sido copiado por otras ferias. Curiosamente, porque hay muchas universidades importantes en el país y grandes. Alicia González Manjarrez, encargada de este ciclo de divulgación científica que llega a su décima sexta edición, es un dínamo, arrasa con todo. La idea de estos ciclos de divulgación científica es de ella. Yo le pedí originalmente que compartiera una conferencia que había escuchado, el famoso tema de las mariposas monarca. Un día me dijo: “¿Tú sabes por qué las mariposas monarca son anaranjadas?” Y me lo explicó fascinada: las mariposas se detienen en los bosques de oyamel, comen la resina de estos árboles y desarrollan su característico color que es un aviso de toxicidad para sus depredadores; o sea que el color anaranjado es parte del milagro de la evolución, es como cuando les dicen a los niños muy chiquitos que van a meter el dedo en el enchufe eléctrico, ¡no, no, eso es un no, no!

Cuando Alicia me lo contó, le dije: “Eso me lo tienes que repetir”. “¡Pero yo no sé nada de eso! Solo sé lo que oí ayer. Debemos hacer un ciclo de divulgación científica, ¿qué te parece?” “¿Y qué estás haciendo aquí? ¡Vete ya a organizarlo!”

Los calendarios de la FIL Minería  

Hacíamos unos calendarios cada año de efemérides relacionadas con el natalicio de escritores. La idea nació porque en el acervo de la biblioteca del Palacio de Minería de pronto me encontré un día, hurgando por todos lados —porque yo llego y me empiezo a meter por todos lados— una colección de veintiséis tomos de más de un metro de alto de los grabados de Piranesi. Ahí estaba en un rinconcito y se me ocurrió hacer los calendarios. 

Desde que llegué a la feria empecé a hacerlos como una cortesía para editores (no para la venta ni para el público, sino para editores, instituciones, autoridades de la universidad). Había hecho cosas con los frescos en el techo de la capilla, pero empezamos con los calendarios de Piranesi y fue un éxito absolutamente impresionante. Cuando llegaban grupos de personas o un conferenciante a agradecerme, o cuando iba yo a agradecerles a ellos, llevaba un calendario y recibía un “¡Qué bien! La feria es en febrero, así que se puede usar el calendario el resto del año”.


CM: ¿Cómo recibe la FIL Minería a las nuevas ferias que se organizan en la universidad, como FILUNI o la Fiesta del Libro y la Rosa?
FM: La primera edición de cada feria es inaugurada por el rector de turno. Hay personas que redactan sus discursos y entran en contacto directamente conmigo para ver qué voy a poner en el discurso de mi director, para saber qué decir, qué no y cuáles son los puntos más destacados de la feria. Mantenemos durante dos o tres semanas un contacto bastante estrecho. El rector Enrique Graue fue a inaugurar la feria de Minería por primera vez, la primera que le tocó en su rectorado, y quedó impresionado. Como soy el director de la feria, ese es el momento en que me puedo acercar al rector, estar con él en su visita y después tengo que ir con el director de la Facultad de Ingeniería y tenemos que dejar al rector en su auto que ya lo está esperando afuera. El día de la inauguración, cuando íbamos bajando las escalinatas del Palacio de Minería, que son muy bonitas, el rector me iba haciendo algunos elogios, estaba impresionado. Pidió que llamaran a Armando Casas, que en ese momento estaba dirigiendo TV UNAM, y le dijo: “Usted está cubriendo todo esto, ¿verdad?”. Y Armando y yo entendimos.

Hemos trabajado mucho con la gente de TV UNAM a lo largo de todos estos años; me han tocado varios directores, todos amigos, y hemos visto que cometíamos errores: al principio queríamos grabar a todo el mundo, pero no se puede. Así TV UNAM realiza producciones para televisión y Radio UNAM transmite íntegras las actividades de la FIL en sus frecuencias.

En aquella ocasión la persona que estaba a cargo de Publicaciones me dijo: “¿Qué le diste al rector? Quiere hacer una feria del libro aquí en Ciudad Universitaria y me pidió que te llamara para pedirte ayuda”. Para mí acababa de pasar la feria y venían las cosas de los auditores en las que no soy especialista, Carmen González Mendoza, nuestra subdirectora es la que se encarga de lidiar con todo eso. Yo me fui a ver a este colega que impulsó mucho Publicaciones y Fomento Editorial —incluso creó un club de lectura con sus empleados, algo que es la única vez que ha sucedido— y empecé a decirle desde cómo seleccionar las fechas. Hemos ayudado tanto a tantas ferias de todo el país; tenemos algunos secretitos, cosas que aprendes cuando te suceden dos o tres veces. Para eso sirve el que uno se quede mucho tiempo en un lugar: nunca habría podido poner en práctica tantas cosas que había aprendido como en la feria porque ya llevo veinte años. Toda esa experiencia mía, de vida, me ha servido en la feria para muchísimas cosas.

Sobre FILUNI hablé muchísimo con el director de Publicaciones, que era el encargado de hacerla realidad. A mí no me importa la competencia de las grandes ferias del libro que hay en México; menos me va a importar FILUNI. Cada feria tiene su público y su carácter. En buena medida depende de quién la está dirigiendo; los defectos que pueda haber en Minería seguramente salen de mí y si alguna cosa es buena pues a lo mejor se me ocurrió a mí o a alguno de mis colaboradores. Los escucho mucho y a la vez les transmito mi experiencia (yo fui el primer director del Festival Cervantino y cosas por el estilo). Suelo ir a la inauguración de FILUNI porque es lo mío, es donde tengo que estar, pero es casi como una hija de la FIL Minería. Decidieron hacer una feria en donde participaran casi exclusivamente universidades y por eso es feria del libro universitario, no feria universitaria de libros. El hecho de que esté en Ciudad Universitaria es importante. Por ejemplo, el rector Narro quería que la FIL Minería se mudara cuando se inauguró el Centro de Exposiciones y Congresos (CEC), pero si no cabemos en Minería que tiene cinco mil quinientos metros cuadrados, imagínate en el CEC que tiene cuatro mil metros cuadrados. Además, no hay oficinas allá, ¿dónde nos vamos a meter nosotros? Necesitas tener ahí las oficinas y todos los antecedentes de la feria y servicios: tenemos médico, abogado, bomberos que nos manda la UNAM y ha sido necesario usar esos servicios más de una vez.

Así que FILUNI y la Fiesta del Libro y la Rosa, bienvenidas. Además, hay muchas dependencias que también hacen su feria del libro, hay, por ejemplo, una feria de libro de Humanidades, organizada por la Coordinación de Humanidades, y todos ayudamos en lo que podemos. Ahora ya pasó la época de las ayudas y los consejos, ya todos saben cómo hacer una feria; no es que todo lo hayan aprendido de nosotros, pero en su momento sí les dimos muchos consejos. He dado ese tipo de consejos a Pachuca y a Monterrey, que ahora funcionan extraordinariamente. Guadalajara es posterior a nosotros, lo que pasa es que nosotros tenemos para la próxima feria once millones de presupuesto, incluyendo nuestros sueldos, mientras que Guadalajara —se calcula, porque nunca han dicho— tiene 150 millones de presupuesto. 

CM: ¿Corresponde a una feria tratar de resolver los problemas de desequilibrio en la distribución y acceso a los libros, a determinado tipo de libros? 
FM: No, el contacto que las editoriales establecen con nosotros es eminentemente mercantil, administrativo y eso queda en manos de la subdirectora. No me entiendo muy bien con los gerentes de ventas, porque piensan en forma muy muy diferente a como yo pienso. 

CM: Para concluir, ¿podrías contarnos alguna otra anécdota de la FIL que te venga a la memoria?
FM: Quería yo hacer mención del discurso que pronunció Irene Vallejo en la inauguración de la feria de Fráncfort sobre la traducción. De Irene Vallejo tengo algo muy importante que decir: la primera feria en la que participó fue la Feria de Minería. Tienes que estar al corriente de las novedades; cuando leí El infinito en un junco quedé deslumbrado. Hablé varias veces con ella, establecimos contacto gracias a María del Carmen Castillo, nuera de una amiga mía, gran lectora, especialista en tejidos indígenas, que escribió que los colores y los hilos en las telas indígenas se le figuraban palabras. Irene Vallejo lo leyó y se puso en contacto con María del Carmen. De pronto, mi amiga me dijo que María del Carmen se escribía con Irene Vallejo y por ahí empezamos. Debo confesar que no nos costó tanto trabajo, pero cuando se enteraron en la universidad de lo que teníamos, Radio UNAM envío a alguien a entrevistar a Irene en España. Fue Minería la primera feria donde se presentó Irene y fue transmitida por Radio UNAM.
Fernando Macotela no es un gestor cultural: es el modelo de gestor cultural. También escritor y docente, inició su carrera como promotor del cine mexicano, del que se puede decir que es artífice de su reactivación como industria. Ha representado a México en festivales de cine en todo el mundo como jurado y promotor. Dirigió las primeras ediciones del prestigioso Festival Internacional Cervantino. Es director de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería desde 1999. 

Dolores González-Casanova y Carlos Maza son miembros del equipo editorial de UNAM Internacional.
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