Experiencias   
31 de julio de 2024

De la Facultad de Química a la Universidad de Chicago. La ruta internacional de un académico

Por: Juan de Pablo
Mi carrera en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue extraordinaria: un gran ambiente intelectual, educacional y social. Los cursos que se ofrecían en la UNAM en aquel entonces eran fantásticos, para cada materia era posible escoger entre tres o cuatro profesores, dependiendo del tipo de currículo que uno quisiera desarrollar. Recibí mucha ayuda de los compañeros, había estudiantes increíbles en la UNAM y profesores excepcionales. 

Una de las anécdotas que me gusta recordar y que comparto con mis colegas en Estados Unidos, es cómo a las siete de la mañana estaban ya ahí los profesores y los estudiantes, en clases hasta las ocho o nueve de la mañana, para después irse a trabajar y, a las cinco o seis de la tarde, reanudar sus clases hasta las ocho o nueve de la noche, lo que demuestra la gran dedicación de los profesores que, además de sus trabajos profesionales, dedicaban parte de su tiempo a la enseñanza. Eso es algo único y siempre fue claro que la gente que trabajaba de esta manera lo hacía con gran sentido ético. Estoy seguro de que me lo transmitieron a mí y a todos mis compañeros en esas clases. 

Entre las grandes experiencias por las que atravesé en la UNAM, destaca la oportunidad de hacer investigación durante la carrera. Esa experiencia de trabajar, por ejemplo, en el Instituto Mexicano del Petróleo o en los laboratorios de algunos de los profesores, fue única; me demostró que había mucho más que aprender y me motivó a seguir con la carrera estudiando el posgrado en el extranjero. 

El ánimo que recibí de mis profesores en la UNAM fue muy importante: ellos fueron los primeros en asegurarme que tenía la formación necesaria para poder competir a nivel internacional. Y tenían razón. Me fui con miedo de estudiar en el extranjero y, una vez ahí, me di cuenta de que estaba perfectamente bien preparado y listo para competir con los mejores de todo el mundo. Entonces, tener esa confianza en mí mismo, la que me dieron mis profesores, es importantísimo. Otra gran experiencia que fue muy importante para mí fue la amistad del entorno, los compañeros con los cuales acudí a la carrera siguen siendo grandes amigos hasta hoy. Irreemplazables amistades que sin duda alguna contribuyeron mucho en mi formación. Sólo echo en falta no haber tenido tiempo de estrechar la amistad con muchos más. Me hubiera encantado conocerlos mejor. Cada uno de ellos era un mundo de personas extraordinarias. 

Tuve la oportunidad de trabajar, como ya decía, en el Instituto Mexicano del Petróleo. Una de las lecciones de esa experiencia fue el deseo de profundizar mis conocimientos; quería aprender más, quería más oportunidades educacionales y, hablando con gente de la universidad, con mis profesores y con colegas en el trabajo, me animaron a salir. Mis padres también fueron importantes en esa decisión. Ellos no querían que me fuera de casa, desde luego, pero fueron los primeros en apoyarme y ayudarme, estaban seguros de que podía acudir a una gran escuela en el extranjero. 

Una vez fuera, los primeros meses fueron difíciles, desde luego. País nuevo, vivir solo, idioma diferente, otra cultura. Pero al cabo del tiempo, pude ir superando esos obstáculos y tuve una experiencia fabulosa en la Universidad de California en Berkeley. Y más adelante tuve otra gran experiencia en el ETH de Zúrich, donde hice trabajos de posdoctorado. 
Al acabar el doctorado, cuando estaba en Berkeley, realicé varias entrevistas de trabajo. Una de ellas fue con la Universidad de Wisconsin y ahí tuve la gran suerte de que me ofrecieran una posición como profesor, primero como asistente, después asociado y después de tiempo completo. Estuve casi veinte años en Wisconsin y, al cabo de ese tiempo, surgió la oportunidad de cambiarme a la Universidad de Chicago, con la propuesta de fundar su escuela de ingeniería. Hace once años la Universidad de Chicago no tenía una escuela de ingeniería y querían fundar una especializada en Ingeniería Molecular; fui el primer profesor que contrataron para empezar ese proyecto. Ahora somos casi cuarenta profesores y varios cientos de estudiantes y seguimos creciendo. Me siento muy contento de haber tenido esta oportunidad y de construir esta escuela que ahora tenemos en Chicago, con muchos estudiantes de todo el mundo y mexicanos también. Es muy agradable servir a estudiantes que se han formado en la UNAM y en otras universidades de México. 

Por último, quiero enfatizar que el papel de mi familia, mis padres y mis hermanos en mi educación fue fundamental. Mi padre y mi madre fueron profesores legendarios en la UNAM, ver la dedicación con la que hacían su trabajo, cómo trabajaban con sus estudiantes, fue muy importante para mí y un ejemplo que me gustaría que todos pudiéramos tener. Son un ejemplo único para mí, esa es mi historia.
Juan de Pablo es presidente ejecutivo para la Estrategia de Ciencia, Innovación, Laboratorios Nacionales e Iniciativas Globales en la Universidad de Chicago. Es profesor de ingeniería molecular e investigador en el Laboratorio Nacional de Argonne. Estudió Ingeniería Química y Ciencias de Materiales en la Facultad de Química de la UNAM. Se enfoca en el diseño computacional de materiales novedosos, sistemas como polímeros, semiconductores, moléculas biológicas para una gran variedad de aplicaciones. Fue fundador de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chicago. 

El presente artículo es transcripción del testimonio del autor que se puede consultar en video en: 
https://drive.google.com/file/d/140gn26oURE-W_0lsjJmK1wqiK2gAWKp4/view?usp=sharing

Traducción al inglés por Alberto Foncerrada.
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