Experiencias   
29 de febrero de 2024

Lituania. Mi segundo hogar

Por: Ana Ruth Cadena Suárez
Esta aventura comenzó cuando me encontraba cursando el séptimo semestre de la carrera de médico cirujano en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, en 2017. Me enteré de que existía una convocatoria de movilidad internacional a universidades de Europa, así que decidí postular por la beca, sin tener mucha idea de a qué me enfrentaría después; me guio el deseo de conocer el extranjero y de crecer como estudiante. Y claro que no fue una experiencia desagradable; todo lo contario: fue una serie de retos, de salir de lo conocido y cómodo y adentrarme en un ambiente completamente diferente a lo que estaba acostumbrada en México.

Todos estos cambios me ayudaron a madurar, a valerme por mí misma en un país completamente desconocido y a aprender de diferentes culturas, lo cual me abrió el horizonte del mundo que está afuera y me enseñó a ser agradecida porque, de muchas estudiantes que postularon, yo fui de las privilegiadas en ser aceptadas y, además de tener una beca de la UNAM, recibí apoyo económico especial de Minera Fresnillo gracias a mi promedio. Por esto estaré eternamente agradecida a mi universidad y a la minera, pues me brindaron la oportunidad de realizar el viaje de mis sueños.

El gran día de partir a Lituania llegó. Mi familia me despidió en el aeropuerto; se sentían orgullosos de mí y yo me encontraba expectante porque no sabía cómo iba a valerme por mí misma en un país que no conocía y cuya lengua materna no es el inglés. Aun así, estaba muy emocionada de comenzar esta aventura. En París abordé un pequeño avión que me llevó a Lituania. Cuando llegué al aeropuerto de Vilna estaba lloviendo y era de noche. Ahí me encontré con Jovilé, la tutora que la Universidad de Vilna asignó para darme la bienvenida y la inducción, quien me recibió con un cálido abrazo y me dio la bienvenida a su país. Muchas veces se piensa que las personas europeas son frías y distantes, pero puedo asegurar por experiencia propia que, al igual que los latinos, son personas cálidas y abiertas a otras culturas, sólo que ellos lo expresan de forma diferente.

Ya en mi habitación del campus, Jovilé me presentó a mis compañeras de cuarto: Elona, de Albania, y Desiré, de Italia, con quienes forjé una bonita amistad, aprendí a compartir la habitación con ellas, y tuvimos juntas vivencias únicas. La cocina y el refrigerador se compartían con aún más estudiantes en intercambio, como Yuki, de Hong Kong, Gladys, de República Dominicana, Dusan, de Serbia, Carlos, de España, Sultan, de Jordania y mi querida amiga Iryna, de Ucrania, con quien organizábamos cenas en las que otros estudiantes de intercambio preparaban platillos típicos de su país y todos en el dormitorio estaban invitados para poder conocernos y aprender sobre diferentes tradiciones alrededor del mundo. Todo ahí se compartía, y juntos también compartíamos nuestra vida y momentos divertidos.

Aprendí a adaptarme a mi nueva situación; compré ropa térmica, una buena chamarra y botas para nieve porque el frío era insoportable para mí, ya que llegamos a estar veintiocho grados Celsius bajo cero. Aprendí a bajar una pendiente congelada para llegar al supermercado, a transportarme por la ciudad, a preparar mi comida, a buscar los hospitales en los cuales me tocaba rotar, a estudiar para los exámenes y las materias que cursé allá —neurología y neurocirugía, cardiología, ginecología, enfermedades infecciosas, nefrología y urología—, a preparar exposiciones y a aprender lituano básico, así como a conocer a mis nuevos compañeros, estudiantes de otros países como Noruega, Suecia, Israel, Inglaterra, Italia, Eslovenia y la India, que estaban realizando la licenciatura en Lituania. Ellos también me dieron la bienvenida e interactuábamos mucho porque teníamos que trabajar en equipos para presentar exposiciones de casos clínicos, y eso favoreció entablar amistades, como con mi amigo Sebastian, de Suecia.

Los doctores y personal de enfermería de los hospitales son muy amables con los estudiantes, cosa que hizo contraste con la educación médica en México que es diferente. De las muchas cosas que aprendí durante mi estancia en los hospitales, las experiencias que más marcaron mi paso por ellas fueron el poder aprender a profundidad la clínica y el tratamiento del infarto agudo al miocardio gracias a las clases de los médicos que nos tenían a su cargo, pero también gracias a simuladores con maniquís muy avanzados que representaban el cuadro clínico de una persona con esta afección para que nosotros como estudiantes le brindáramos el tratamiento. Ese tipo de práctica te prepara mejor para cuando te enfrentas a una situación real.

En la rotación de ginecología también tuve prácticas de trabajo de parto con maniquís y clases de técnicas quirúrgicas para cesárea por medio de una transmisión en tiempo real de una cirugía que estaba en curso en el quirófano del hospital. Tuve contacto con pacientes lituanos durante los pases de visita en la materia de enfermedades infecciosas y, a pesar de que los pacientes lituanos muchas veces no hablaban inglés, estaban dispuestos a que un estudiante extranjero los examinara y, con ayuda de los doctores encargados de la materia, contestaban las preguntas médicas que les hacíamos. En la clase de urología y neurología también realizábamos pases de visita con los pacientes y, debido a que no había tanta carga de trabajo como en México, los doctores nos aclaraban todas nuestras dudas y juntos participábamos en la resolución de casos clínicos.

Estas experiencias profesionales me ayudaron a contrastar los diferentes métodos de enseñanza que se imparten en lugares del mundo muy diferentes. En mi experiencia la educación médica en México muchas veces no le brinda tantas facilidades a los estudiantes ya que la carga de trabajo es mucha y, aunque los doctores responsables de la formación de nuevos médicos hacen lo que está a su alcance para que el aprendizaje sea el mejor, muchas veces no es posible y tú sola vas aprendiendo sobre la marcha y aprendiendo a ser autodidacta. En Vilna experimenté lo opuesto: hay más tiempo para interactuar con los profesores y ellos están más que dispuestos a transmitir su conocimiento y te van guiando en el proceso.

El viaje no sólo me aportó mucho conocimiento médico, también momentos muy divertidos, paseos por el pequeño río del centro de Vilna, viajes a provincias y lugares turísticos de Lituania (una vez que el clima mejoró) y más viajes por Europa: amistades que conservo hoy en día, cultura y tradiciones lituanas y de otros países con las que estuve en contacto, como la italiana, la española, la árabe, la ucraniana, la alemana, la griega, las nórdicas y las de los Balcanes. Así también, yo pude trasmitirles parte de la cultura y de las tradiciones mexicanas, pero, sobre todo, el intercambio me aportó madurez ya que aquella chica insegura y un poco miedosa que salió hacia Lituania no fue la misma chica independiente y valiente que regresó a México.

Sin duda estuve en un lugar muy apartado de mi hogar en donde no conocía a nadie. Cuando llegué, el frío era extremo, y sin embargo, Lituania se convirtió en mi segundo hogar, le dio calor a mi corazón y jamás podré sacar su presencia de él. Espero que mi experiencia sirva a otros estudiantes para que aprovechen y aprecien este tipo de oportunidades que nuestra alma mater nos brinda para poder formar parte de este mundo globalizado y complementar de la mejor manera nuestra formación académica.
Ana Ruth Cadena Suárez estudió medicina en la FES Iztacala y realizó su intercambio en la Universidad de Vilna, Lituania en 2017. Forma parte de la Red de Exbecarios de Movilidad (REM) de la UNAM.
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